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EL EVANGELIO SEGÚN SAN YO.

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Por Freddy W. Cervantes, siervo de Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

“Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús.” (2Corintios 4:5).

Introducción                                                                                                 

Hoy por hoy a través de los medios de comunicación, y aún desde los púlpitos, se ve y escucha a supuestos predicadores, predicando el título jerárquico que poseen. Por ejemplo A cuántos escuchamos decir: “Yo soy el ungidísimo apóstol, la revelación del momento, el hombre de Dios para este tiempo, dotado de poderes inimaginables nunca ante vistos, el arrastra multitudes,”, y cosas así por el estilo todo ello, por supuesto, para que el auditorio sepa con quien está tratando no con un simplón sino con un “gigante de púlpito”.                             

Otros a diferencia de los antes mencionados a manera de propaganda se dedican a predicar su amplio historial “ministerial”, los milagros que realizan, las continuas “revelaciones” que tienen, las actividades, la trayectoria y la fama de su “ministerio”, lo apretado de su agenda, la tremenda “unción” que habita en ellos, los demonios que echan fuera, la amenaza que representan aún para el mismísimo infierno, en fin las predicaciones de ahora aunque no todas pero si una gran parte de ellas, exaltan en una forma desmedida a iglesias, letreros, misiones, ministerios, concilios, hombres, etc., y no al objeto principal de esta, la persona y obra del Señor Jesucristo el cual derramó hasta la última de las gotas de su preciosísima sangre en la cruz del calvario para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.

Esta es la razón por la que me urge compartirles tres principios indispensables que todo buen predicador debe tener en cuenta a la hora de exponer la Palabra De Dios a los oyentes.

Notemos en primer lugar lo que dijo Pablo a los corintios:

I. “Porque no nos predicamos a nosotros mismos…” (V. 5[a]).

Aquí habla de la prohibición del predicador. Como tal Pablo se negó a predicar a sí mismo sus palabras y hechos, sabiendo que le estaba y está terminantemente prohibido a todo predicador hacer semejante barbarie.
He aquí 3 razones para no predicarse a sí mismo.


a) Primera razón: Un buen predicador o heraldo de la Palabra de Dios, no busca gloria de los hombres de este mundo, la rechaza contundentemente. “…ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros…” (1Tesalonicenses. 2:6).

Muchos de estos tipejos de la predicación moderna, cuando abren su boca lo hacen con el propósito de recibir el aplauso y la alabanza de los hombres más, Jesús hablando de los que hacen tales cosas dijo estas palabras: “…les aseguro que ellos ya tienen su recompensa...” (Mateo 6:2, 5, 16).

Aquí la palabra recompensa es un término comercial y significa pagado por completo en otras palabras si el predicador, predica para que otros lo vean, lo verán y ya, eso fue todo, no recibirá nada mas (ni una alabanza menos ni una alabanza mas) ya se le pago por completo. Uno de los atributos morales de Dios, es la justicia, por medio de la cual el premia o castiga al hombre según sea su obra.

Por eso: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 6:1).

No es el acto de predicar lo que Dios condena, entiéndase bien sino el motivo por el que se predica. Y si nuestra motivación es la notoriedad (ser vistos y vitoreados por los hombres), entonces esta será la única recompensa que recibamos, Dios no recompensará jamás la hipocresía.

b) Segunda razón: Un buen predicador no predica su propio evangelio.

Teniendo en cuenta que la predicación no es otra cosa sino dar un mensaje de parte de Dios tal y como ha sido dado. Dios emite el mensaje, el hombre recepta dicho mensaje. El predicador es un mensajero con la tarea de dar a conocer a otros el mensaje que Dios le ha dado (en este caso el mensaje del evangelio de Cristo), pero, cuando el predicador excluye a Dios de su mensaje y se predica a sí mismo, hablando de sus hechos y experiencias a expensas de los dichos y hechos de Dios, a más de ser la peor de las presunciones, corre el grave peligro de predicar su propio evangelio.

William Barclay en su Diccionario Palabras Griegas Del Nuevo Testamento – su uso y su significado, en la parte que corresponde a (gr., Euaggelion o Evangelio, buenas nuevas), comenta lo siguiente:

El euaggelion es algo que el hombre puede "distorsionar" o "pervertir" (2Co. 11:4; Gá. 1:6, 7). Puede darse algo semejante a lo que Pablo llamó "otro evangelio". Cuando un hombre empieza a predicar el evangelio como a él le gustaría que fuera, en vez de como Dios determina que sea, lo único que consigue es predicar "otro evangelio".

Predicar en esa condición es decir, desprovisto de Dios es simple y llanamente ¡Voz de hombre y no de Dios! (Hechos 12:22).

Por desgracia la iglesia del Señor está plagada por ese tipo de predicaciones, predicaciones vanas, huecas y vacías donde Jesucristo cuyo nombre que es sobre todo nombre no aparece para nada, más se oye hablar de los “nuevos-súper-mega-hyper-apóstoles y profetas”, entre los que bien podría mencionar a ellos Rony Chaves, Ca$h Luna, Guillermo Maldonado, Cesar Castellanos, Ana Méndez, Adrián Amado y una sarta de lobos rapaces más… que aparecen ante sus víctimas como “escogidos de Dios” para provocar según ellos un “avivamiento” que sacudirá tremendamente a las naciones del mundo entero.

Para aquellos “…que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento  del bien y el mal <<Cristianos maduros en la fe>>.” (Hebreos 5:14). Les pregunto ¿No les sabe esto a otro evangelio? Efectivamente EL EVANGELIO SEGÚN SAN YO, el evangelio que está de moda en muchos púlpitos llamados cristianos, ya no es el evangelio que pone en alto el nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, ahora es el evangelio que eleva al predicador a la categoría de un “dios”, el evangelio que hace del siervo, señor, el evangelio egocéntrico, el evangelio que deifica el ego del predicador, el evangelio exclusivista, el evangelio que no toma en cuenta a Dios sino al hombre. Esa es la clase de evangelio que nos están predicando en muchos de esos famosos congresillos “apostólicos” y “proféticos” estos que se llenan la boca vociferando ser embajadores del reino, un evangelio paupérrimo, un evangelio mísero que en nada absolutamente en nada aprovecha a los oyentes. Al contrario los conduce más y más a la impiedad y en el peor de los casos hasta el mismísimo infierno.


c) Tercera razón: Un buen predicador no  acarrea, evita la maldición divina:

“Más si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.
Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.” (Gálatas 1:8-9).

Ay del predicador que se atreva a predicar “otro evangelio”, distinto al único y verdadero evangelio predicado por Cristo y sus apóstoles, más le valdría no haber nacido. Porque de cierto digo, que el tal, caerá, ineludiblemente bajo la maldición divina, su atrevimiento no quedará en la impunidad, Dios lo castigará con la dureza que el caso merece:

“Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.” (Apocalipsis 22:18-19).

¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1Corintios 9:16).


Predicadores, si en algo valoramos nuestras almas, prestemos atención al castigo, y a quien lo establece.

Hasta aquí hemos hablado solamente de la prohibición del predicador, veamos ahora el tema central del predicador; leamos por favor la segunda parte del texto en consideración.
(Continua abajo).

II. “…sino a Jesucristo como Señor,…” (V. 5[b]).

Si echamos un vistazo al perfil biográfico de Pablo, descubriremos que este hombre en verdad tenía de que gloriarse, notemos por un momento lo que era antes de su conversión:

“Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible.” (Filipenses 3:4-6).

Ahora veamos lo que fue después de su conversión:

Echaba fuera demonios (Hechos 16:18).
Dios obraba milagros extraordinarios por su mano (Hechos 19:11-12).
Fue mordido por una víbora venenosa y salió ileso (Hechos 28:3-5).
Recibió grandiosas revelaciones. (2 Corintios 12:1-2,4,7).
Fue constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles. (2Timoteo 1:11).
Escribió 14 de las epístolas que hoy constituyen gran parte del NT.
Pablo era sin lugar a dudas (un instrumento poderosísimamente usado en las manos de Dios), pero jamás de los jamases se les subieron los humos a la cabeza, como se les sube a muchos, cuando hacen esto o aquello.

Yo sé y estoy seguro que si alguno de estos “superapóstoles” hubiese estado en el  lugar de Pablo; hace mucho que hubiese dado a conocer a los medios televisivos, el potencial que hay en ellos, la facilidad que tienen para hablar, y demás fanfarronadas como estas.

“Sin embargo si quisiera gloriarme, <<hablando Pablo>> no sería insensato, porque diría la verdad; pero lo dejo, para que nadie piense de mí más de lo que en mí ve, u oye de mí.” (2Corintios 12:6).

He aquí un modelo de predicador, cuyo tema central en la predicación no era su propio “yo” sino Jesucristo:

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.” (Gálatas 2:20).

“…nosotros predicamos a Cristo crucificado…” (1Corintios 1:23).

“Porque me propuse no saber nada entre vosotros, sino a Jesucristo, y a él crucificado.” (1Corintios 2:3).

“Por tanto, os ruego que me imitéis.” (1Corintios 4:16).

No basta con ser predicadores, cualquiera hasta el diablo y sus demonios lo son (2Corintios 11:14-15). Hemos de seguir el buen ejemplo que nos dio Pablo, a mi juicio uno de los más grandes predicadores (después de Cristo), que ha tenido el evangelio.



Que diferente a los mequetrefes que hoy se dicen ser predicadores del evangelio, dé qué evangelio habría que preguntarles, porque del evangelio bíblico evidentemente que no son. Véanse solamente los anuncios publicitarios de los así llamados apóstoles, doctores e iluminados, o las portadas de los libros que publican a diario, o el nombre del ministerio que ejercen que no es otro que el de ellos mismos y se probará que la predicación de “otro evangelio”, en los círculos cristianos es del todo evidente, y esto a los ojos de Dios, es un hecho repudiable porque mientras unos malgastan el tiempo hablando de sí mismos otros por millones van camino al infierno, lugar de tormento y eterna condenación donde serán atormentados de día y de noche, sin descanso alguno.

Por tal razón, los oyentes necesitan más que vanas palabrerías con el nombre de evangelio, la mujer de mal vivir, el borracho, el idólatra, el pecador más vil y aborrecible necesitan urgentemente que le prediquen el evangelio bíblico, el evangelio Cristocéntrico, el evangelio predicado por Pablo, Pedro y los demás apóstoles que no consiste en palabras ni en presunciones sino en poder de Dios para salvación de todo aquel que cree; siendo Jesucristo mismo, el tema central de dicha predicación evangélica.

Myer Pearlman, un teólogo que dedicó gran parte de su vida a la enseñanza, una vez dijo:

“Cristo ha hecho posible la salvación proporcionándola; la iglesia debe hacerla una realidad proclamándola.”

¿De qué manera? De la siguiente:

“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (Marcos 16:15-16).

Desde luego que no se trata de «un» evangelio sino «del»evangelio. Es de vital importancia saber distinguir entre «un» evangelio y «el»  evangelio. En cuanto a lo primero han surgido muchos “evangelios”, entre ellos “el evangelio según san yo” (2Corintios 11:4; Gálatas 1:6,8-9; 1Timoteo 6:3), en cambio «el» evangelio es uno (Gálatas 1:7), y se diferencia de los otros. Primero, porque se basa en la autoridad y veracidad de las Escrituras (Romanos 1:1-2), segundo, porque son buenas nuevas, las buenas nuevas de que Dios ha provisto gratuita salvación a los pecadores no salvos por medio de la fe en su Hijo Jesucristo, el tema central del único y verdadero evangelio. Fuera de él los demás son puro cuento.

Finalmente quiero hablarles de la presentación del predicador.
Leamos lo que dijo Pablo en la última parte del versículo 5 del capítulo 2 de 2 a los Corintios. (Continua abajo).

III. “…y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús....” (V. 5[c]).

Nótese que Pablo aunque era un gran apóstol (Romanos 1 :1,4-5; 1Corintios 1:1; 2Corintios 2:1; Gálatas 1:1; Efesios 1:1; Colosenses 1:1; 1 y 2Timoteo 1:1; Tito 1:1), en está ocasión, no dijo que lo era, aunque ciertamente hubo ocasiones en que se vio obligado a vindicar su apostolado (1Corintios 9:1-2; 2Corintios 12:12; Gálatas 1:1), más lo hizo porque algunos falsos maestros lo cuestionaban duramente. Por otra parte, Pablo señaló su apostolado no con orgullo personal, ni como teniendo señorío sobre los que estaban a su cuidado (1Pedro 5:3; 2Corintios 11:28), sino con humildad y sencillez de corazón, sabiendo que el Señor mismo lo apartó, llamó y capacitó para llevar a cabo este noble oficio (Hechos 9:15; 26:15-18; Romanos 1:1).  Por  último, escuchemos lo que Pablo dijo de sí mismo: “yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol...” (1Corintios 15:9-10).

Volviendo al punto de partida, Pablo siendo un apóstol legítimo no tomó en cuenta lo que era,  humildemente se presentó como siervo (esclavo), a más de Jesucristo, de sus hermanos por amor de Jesús. Y esto concuerda precisamente con la enseñanza que Jesús les dio a sus discípulos acerca del servicio a otros.

“Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” (Mateo 20:25-28).

Parecer ser que los discípulos tenían un punto de vista bastante distorsionado acerca de la grandeza en el reino de Jesucristo. Ellos pensaban en la grandeza en términos de gobierno y dominio. Es similar lo que sucede en la iglesia en el día de hoy, aquellos que se dicen ser “predicadores del evangelio”, pero, que de predicadores no tienen sino solo el nombre, llevados por una megalomanía voraz e insaciable, ambicionan poder, prestigio, admiración, el uno se cree más que el otro, más importante, más excelso, más usado, más atrayente.                                                                    

Basta solo dar oídos a las sandeces que en veces predican:

“Eliseo fue el profeta de la doble, Yo, yo el varón de la “triple unción del espíritu”, eso no es nada, dice otro, mi “fe”, mi “fe”, es capaz de obrar cualquier que se me antoje, cuando quiera, como quiera, y donde quiera ¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de mis “dones”, de mis “talentos”, de mis “experiencias”, del “poder” que tengo para decretar y establecer el gobierno de Dios en la tierra aquí y ahora.”

Todo el mundo quiere ser “Grande”, “Cabeza no cola”, “Lucirse”, “Hacer gala de sus credenciales eclesiásticas”, pues mientras más grande sea el “título”, o la “experiencia”, más grande será la ovación y el homenaje. ¡Esto es el colmo de los colmos! el cristianismo, por así decirlo, parece ser una competencia atlética donde el que llega primero recibe el premio.

A estas alturas donde algunos piensan en grande, deseosos de encumbrarse en las esferas más altas dentro y fuera de la cristiandad muy poco se habla de servir a otros es más, lo último en predicación es “Atrévete a soñar en grande”, “Conquista los reinos de este mundo y la gloria de ellos”, “Sueña y ganarás el mundo”, “Liderazgo de éxito”, “Cabeza no cola”, y demás. Ejemplo de ello son las recientes corrientes apóstatas del carismatismo-neopentecostal, comúnmente llamadas “Dominionismo o Reino Ahora”, “G12 o Gobierno de Doce”, y “D12 o Modelo de Jesús”, cuya meta principal es ejercer mediante la conquista masiva “dominio” sobre todo y en todo. Esto en Catolicismo Romano se llama El Poder Universal/Temporal – Doctrina que enseña que la iglesia ejerce dominio absoluto en este mundo. Esta doctrina Católico-Romana adoptada y predicada por un gran número de predicadorcillos es diametralmente opuesta a las palabras de nuestro Señor Jesús cuando dijo: “…los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, no será así…” notemos que no es una licencia para “dominar” al más puro estilo mundanal haciendo que los demás sientan el peso aplastante de la autoridad; aquí hay una prohibición, una negativa de por medio; los creyentes peor los predicadores no somos llamados a portar coronas ni a sentarnos en tronos o aún a ser servidos o anhelar puestos de privilegio en este mundo más los predicadores del “evangelio yoista” (Ca$h Luna, Guillermo Maldonado, Cesar Castellanos y compañía, ya que son innúmeros), lejos de importarles lo prohibido por Jesús, miden la grandeza por los altos logros que alcanzan y el poder que ejercen. Sin embargo, en el reino de Cristo, la verdadera grandeza radica en el servicio.

De manera entonces, que si alguno de nosotros anhela ser grande, ha de ponerse primeramente al servicio de los demás. El que ocupa una posición privilegiada en el cuerpo de Cristo que es la iglesia, ya sea pastor-maestro, ya sea evangelista, ya sea cantor, ya sea lo que sea, no se crea capataz, bájese de esa nube y comience a servir a todos, y mayormente a los de la familia de la fe. Tal como lo hizo Jesús quien no vino a este mundo para que le sirvan sino para servir (Juan 13:1-17). De ahí que Jesús seael ejemplo magistral del servicio humilde.

“Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.” (Juan 13:15).


 Nosotros llamamos a Jesús Señor y Maestro; y decimos bien, porque lo es. Y si él, siendo Señor y Maestro tuvo que servir a sus discípulos (hombres rústicos, comunes y corrientes, muchos de ellos pescadores iletrados), ¿Quiénes nos creemos que somos para no servirnos los unos a los otros? A los ojos Dios Todos los habitantes de la tierra (incluyendo nosotros) son considerados como nada…” (Daniel 4:35), “Pero por la gracia de Dios somos lo que somos…” (1Corintios 15:10), “…linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios…” (1Pedro 2:9), “… a fin de que nadie se jacte en su presencia.” (1Corintios 1:29).

Por eso cada vez que tengamos megalomanitis (delirios de grandeza o ansias de poder), acordémonos de estas palabras:

“De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.” (Juan 13:16).

En relación a este versículo William MacDonald comenta:

“Todo aquel que es enviado (cada discípulo) no debería considerarse demasiado alto para hacer nada que Aquel que le envió (el Señor Jesús) haya hecho.”

“Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.” (Juan 13:17).

Amados consiervos en cuanto dependa de nosotros, independientemente de lo que seamos, la posición que ocupemos, estimemos cada uno a los demás como superiores a nosotros mismos. Tendámosle la mano al caído las veces que sea necesario, suplamos las necesidades físicas, emocionales y espirituales de las personas, hagámonos que nuestras vidas al igual que la de aquellos grandes hombres de Dios en el pasado, se caractericen por servir humildemente a otros. Porque alguien dijo y con muchísima razón “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”, o sea es un bueno para nada, alguien inservible y lo inservible se arroja al basurero.


Conclusión

Los predicadores del evangelio según san yo dicen:

Guillermo Maldonado (en una de sus muchas intervenciones).- “Dios nos ha llamado a nosotros, los apóstoles, para que traigamos toda esta reforma a cabo, implantándola dentro de la Iglesia; la reforma es poderosa porque trae el Avivamiento; la reforma es lo que trae el orden en las cosas... para poder estar en el filo cortante de lo que Dios está haciendo hoy, tenemos que pegarnos a los apóstoles, porque los apóstoles tienen el acceso a la abundante revelación del Espíritu de Dios. Los apóstoles son los edificadores del reino, son los que tienen el diseño del discípulo, alabanza, adoración y evangelismo. Los apóstoles reciben abundante revelación de Dios, es decir cosas que están en la Biblia pero por causa de las tradiciones nuestras no las vemos entonces Dios toma esas verdades y se las revela al apóstol para que las de a conocer al pueblo.”

Cash Luna (en cierta ocasión).- “Las personas no pueden acercárseme a 4 metros porque la unción es tan poderosa que no aguantarían.”

Ana Méndez Ferrell (en un libro acerca de la guerra espiritual).- “Escribí este libro basado en una profunda revelación y extensos encuentros personales en el campo de la guerra espiritual…. En todos los grandes movimientos del Espíritu Santo, el diablo ha levantado una oposición entre los que no han experimentado una profunda revelación de lo que Dios está haciendo. Por esta razón encuentro practico el escribir e instruir sobre guerra espiritual de alto nivel en las regiones celestiales, con el fin de conseguir la seguridad y el coraje necesario para ver la guerra realizada. En estas páginas, usted encontrará revelaciones que no son comúnmente escuchadas en el cuerpo de Cristo; esto es el fruto de una vida inmersa en el propósito de Dios para destruir las obras del diablo. También descubrirá profundas reflexiones de guerra que solo pueden ser obtenidas después de innumerables batallas y victorias.                                                                 
 Yo creo que Dios ha inspirado este libro para que Su luz pueda brillar sobre todas las preguntas planteadas por guerreros valientes. Estas son preguntas que libros de teología no son capaces de responder; preguntas válidas que salen de las voces de la confusión desatada por el diablo en un intento por desalentar a los verdaderos guerreros.                                                                                                                         Que Dios ilumine los ojos de su entendimiento mientras lee estas páginas, y sea inspirado para enlistarse en el ejército terrenal del Dios vivo.”

Cesar Castellanos Domínguez (en uno de sus libros).- “En 1991, sentimos que se aproximaba un mayor crecimiento, mas algo impedía que el mismo ocurriese en todas las dimensiones. Estando en uno de mis prolongados períodos de oración, pidiendo dirección de Dios para algunas decisiones, clamando por una estrategia que ayudase a la fructificación de las setenta células que teníamos hasta entonces, recibí la extraordinaria revelación del modelo de los doce. Dios me sacó el velo. Fue entonces que tuve claridad del modelo que ahora revoluciona el mundo en cuanto al concepto más eficaz para la multiplicación de la iglesia: los doce… Se puede decir que un pastor que no entre en esta dimensión (la estrategia del G12), está matando el progreso del evangelio en su área… todo pastor debe cambiar su tradicional manera de pensar, romper los modelos y entrar en la visión celular; si un pastor cambia, el milagro ya está hecho, pues de esta manera podrá influenciar en toda su comunidad.

En respuesta a este “evangelio” ególatra solo me queda decir:

Predicadores de esta calaña no merecen sino el desprecio nuestro. Y me dirijo de esta forma para muchos tal vez ofensiva e hiriente ya que:

“No existe peor predicador, que el que hace de la predicación un medio para darse propaganda”.











                                            
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